Obesidad y salud mental: Muchos pacientes con trastornos psiquiátricos tienen problemas de peso.
Fuente de la noticia: DIARIO EL MUNDO Cristina G. Lucio | Madrid
A menudo, la obesidad y el sobrepeso acompañan a la enfermedad mental. Un altísimo porcentaje de pacientes con trastornos psiquiátricos padecen también problemas con la báscula; sin embargo, en la mayoría de los casos esto no recibe una suficiente atención médica.
Las dificultades de memoria y comportamiento propias de estas enfermedades unido al consumo habitual de fármacos que favorecen el apetito y el sedentarismo frecuente entre estos pacientes hacen que muchos profesionales no contemplen siquiera la posibilidad de iniciar un plan de adelgazamiento.
Sin embargo, tal y como demuestra una investigación, no sólo es posible lograrlo, sino también obtener resultados significativos. «Nuestros resultados demuestran que las personas con sobrepeso y una enfermedad mental grave pueden llevar a cabo un cambio sustancial en sus hábitos de vida a pesar de la gran cantidad de desafíos a los que se enfrentan», señalan en las páginas de ‘The New England Journal of Medicine’ los autores de este trabajo, entre los que figura el español Eliseo Guallar, miembro del Departamento de Epidemiología y Medicina de la Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health (Baltimore, EEUU) y también investigador del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC).
Afrontar el problema del sobrepeso en los pacientes psiquiátricos es importante, subraya Guallar, ya que estos enfermos «tienen un aumento muy considerable de la mortalidad total y de la mortalidad y morbilidad cardiovascular» debido principalmente a problemas relacionados con el exceso de peso.
Un programa adecuado
En vez de animar a los pacientes a acudir al gimnasio o seguir un régimen por su cuenta, los autores de este trabajo decidieron llevar un programa específico de dieta y ejercicio a los centros de día o rehabilitación que frecuentan muchos pacientes con problemas psiquiátricos.
En concreto, eligieron 10 instituciones de Baltimore (EEUU) y dividieron de forma aleatoria a 291 de sus usuarios habituales con sobrepeso u obesidad (su peso medio era de 102,7 kilos) para que recibieran de forma puntual información sobre el manejo del peso (grupo control) o se sometieran a un programa que consistía en realizar ejercicio de forma colectiva tres veces a la semana y participar periódicamente en sesiones informativas y de seguimiento por parte de profesionales.
La evolución de ambos grupos (entre los que había pacientes con esquizofrenia, trastorno bipolar o depresión grave) se analizó a los seis, 12 y 18 meses de haber empezado la investigación. Una vez pasado este tiempo, los científicos comprobaron que las pérdidas de peso eran significativamente mayores entre los pacientes que habían seguido el programa específico.
De hecho, casi el 38% de estos enfermos consiguió perder al menos el 5% de su peso corporal, frente al 23% que lo hizo en el grupo de control. Como media, los participantes del grupo de adelgazamiento programado había conseguido perder más de tres kilos año y medio después de haber iniciado el plan. «En este tipo de intervenciones, uno de los principales problemas es el mantenimiento de la pérdida de peso a largo plazo. En ese sentido, estos datos demuestran que el programa resultó muy eficaz», señala Guallar.
Según este especialista, aunque una pérdida de tres kilos puede considerarse modesta, la realidad es que esta reducción «conlleva la disminución de múltiples factores de riesgo cardiovascular».
Una de las cosas que comprobaron los investigadores al analizar el trabajo es que la intervención iba resultando más efectiva a medida que se implantaba el plan, lo que sugiere que a las personas con problemas psiquiátricos les cuesta un poco más interiorizar los cambios y llevar a cabo los cambios necesarios en el comportamiento. En cualquier caso, una vez afianzadas, las nuevas rutinas resultaban muy efectivas.
Para Guallar, una de las claves del éxito es haber trasladado las acciones preventivas a los centros de día. «Supone un modelo práctico que podría tener un efecto muy beneficioso en este tipo de pacientes, aunque no es la única forma posible de organizar actividades de prevención», señala.
También resultó fundamental animar a los participantes a cumplir metas simples -como reducir el consumo de refrescos o hacer más pequeñas las raciones- en lugar de pedirles que cumplieran otros requisitos habituales en las dietas, como el cálculo de las calorías que se consumen.
Ya sea con este u otros programas, abordar el problema es fundamental, subraya Guallar. «Tradicionalmente el aumento del riesgo cardiovascular en estos pacientes no ha recibido la atención que merece. Pero estos enfermos deberían recibir la prevención y el tratamiento adecuados», concluye.