Un gran estudio longitudinal en millones de personas confirma una idea clave para pacientes y clínicas: los accidentes cardiovasculares rara vez aparecen sin avisar. Más del 99% de quienes sufrieron infarto, ictus o insuficiencia cardiaca tenían algún factor de riesgo por encima del nivel óptimo (presión arterial, colesterol, glucosa o tabaquismo). Y otra evidencia reciente añade un dato muy relevante para nuestro ámbito: cuando a esos cuatro factores se suma la obesidad, el riesgo a lo largo de la vida se dispara. En otras palabras, la obesidad no es un detalle estético; es un acelerador de la enfermedad cardiovascular.
Por qué la obesidad aumenta el riesgo cardiovascular
La obesidad —en especial la grasa visceral— actúa por varias vías que se potencian entre sí:
- Hipertensión: el exceso de tejido adiposo favorece la retención de sodio y la activación neurohormonal, elevando la presión arterial.
- Dislipemia aterogénica: triglicéridos altos, LDL elevado y HDL bajo, un perfil muy proaterogénico.
- Resistencia a la insulina e hiperglucemia: paso previo a la diabetes tipo 2, otro gran motor de riesgo.
- Inflamación sistémica y estado protrombótico: facilitan la inestabilidad de la placa y los eventos agudos.
- Apnea del sueño y esteatosis hepática (hígado graso): dos comorbilidades frecuentes que agravan el riesgo.
Así, la obesidad multiplica los otros factores clásicos y crea un entorno metabólico que favorece la aparición de eventos mucho antes de lo esperado.
No esperes a un diagnóstico “clínico”: actúa antes
Un mensaje importante del nuevo paradigma de prevención es que no basta con “no estar enfermo”. Estar por encima del nivel óptimo ya cuenta. En práctica diaria:
- Peso y composición: IMC ≥25 indica exceso de peso; IMC ≥30 es obesidad. El perímetro de cintura (>88 cm en mujeres, >102 cm en hombres) señala grasa visceral elevada.
- Presión arterial: valores ≥120/80 mmHg ya no son óptimos, aunque no alcancen 140/90.
- Colesterol: totales >200 mg/dL o LDL elevado ameritan revisión; aun con medicación, el riesgo cuenta.
- Glucosa: cifras elevadas o prediabetes exigen intervención temprana.
La idea es clara: no esperes a “cumplir criterios” de enfermedad; si te mueves fuera del rango saludable, tu riesgo ya sube.
Señales para consultar y valorar si tu exceso de peso puede perjudicar tu salud
- Aumento de peso sostenido o perímetro de cintura creciente.
- Tensión, colesterol o glucosa fuera de rango.
- Fatiga, disnea al esfuerzo, ronquidos/apneas, dolor torácico atípico, piernas hinchadas.
- Antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular precoz.
Lo que nos dicen los datos (y cómo te ayudan)
Los estudios más recientes desmontan el mito de los “eventos sin aviso”: casi todo el mundo tenía señales medibles antes del primer episodio. Para pacientes con obesidad esto es una oportunidad: si identificamos y tratamos de forma integral (peso + presión + lípidos + glucosa + tabaco), el riesgo baja y la esperanza de vida mejora de forma tangible.
Conclusión: La obesidad es una pieza mayor del rompecabezas cardiovascular. Detectarla y tratarla a tiempo —junto con los factores clásicos— salva años de vida y calidad de vida. Si tu peso, tu cintura o tus analíticas se alejan de lo óptimo, pide una valoración multidisciplinar y empieza un plan estructurado. La prevención no es un eslogan: es el camino más corto para evitar accidentes cardiovasculares.