El largo periodo de confinamiento sin duda dejará huella en todos nosotros. Una consecuencia que parece casi inevitable es la ganancia de peso. Se estima que de media ganaremos entre 2 a 5 kilos de peso. El estrés emocional, un peor acceso a productos frescos, la incertidumbre, la ansiedad y el sedentarismo serán sin dudas los culpables de esta ganancia.
Para quienes tienen un peso saludable el ganar entre 2 a 5 kilos no es demasiado preocupante dado que probablemente cuando todo vuelva a la normalidad simplemente incrementando algo la actividad física y controlando la alimentación probablemente pierdan una parte de ese exceso de peso sin demasidada dificultad. Sin embargo, para quienes ya parten de un problema de sobrepeso u obesidad, la ganancia de kilos de más es mucho más costosa en términos tanto de cómo afecta a la salud como de conseguir revertir la situación una vez pasado el confinamiento.
En algunos casos, esta ganancia prevista durante el confinamiento puede suponer el recuperar lo que habían conseguido perder durante meses. No ocurre lo mismo con quienes ya se han sometido a algún tratamiento de cirugía de la obesidad como el tubo gástrico, banda gástrica o bypass gástrico. La ganancia de peso se puede dar pero costará mucho más dado que la reducción de la capacidad del estómago es lo que determina cuánto se puede llegar a comer (ya que incide en los niveles de saciedad) y por tanto será mucho más difícil que estas personas aumenten de peso durante el confinamiento.
Pero no solo se trata de la cantidad sino de la calidad de aquello que comemos. Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, la compra de harina ha crecido un 196% de chocolate aumentó hasta un 60% en la tercera semana de confinamiento. Los snacks y frutos secos, por su parte, subieron también hasta un 61%; y la cerveza y otras bebidas espirituosas, en torno al 42%.
Para el Dr. Antonio Barranco- Especialista en Cirugía de la Obesidad en Sevilla y que trata a cientos de pacientes con obesidad desde su consulta OBESAN «Estos datos no son sorprendentes, más bien son lo habitual en una situación de incertidumbre como la actual. Es lo que se conoce como «hambre emocional» en la que se busca aliviar determinadas emociones a través de la ingesta de productos que provocan una «aparente satisfacción» como la grasa y el azúcar o el consumo moderado de alcohol «
Por ello es más importante que nunca que durante este periodo aprendamos a diferenciar el hambre como necesidad fisiológica del hambre emocional. Entre otros motivos porque la obesidad, además de afectar seriamente a nuestra salud, aumenta las posibilidades de desarrollar diferentes enfermedades graves como enfermedades cardiovasculares y diferentes tipos de cáncer. Además, el COVID19 no se escapa de la afectación que supone la obesidad para la salud, y actualmente el principal factor de riesgo de COVID19, por detrás de la edad, es la obesidad.
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