Las técnicas de cirugía de la obesidad facilitan la pérdida de peso a través de la reducción del tamaño del estómago dado que esta reducción proporciona una temprana sensación de saciedad al paciente.
En este blog encontrarás numerosos artículos sobre cada una de las técnicas (bypass gástrico, tubo gástrico..) y sus principales características, pero con independencia de la técnica y de cómo ésta contribuye a la pérdida de peso, hay algo que todo aquel que decida someterse a una intervención de cirugía de la obesidad debe saber: con posterioridad a la intervención el paciente debe seguir un plan de alimentación cuyo objetivo es:
1).- Distribución correcta de macronutrientes
Enseñar al paciente a distribuir correctamente los porcentajes de macronutrientes en la dieta con el fin de conseguir mantener la pérdida de peso a largo plazo. Se trata de enseñar al paciente a llevar una dieta (entendiendo por dieta un estilo de alimentación), una nueva forma de comer tanto apta para pacientes operados de cirugía de la obesidad como para el resto de la población con independencia de su peso.
2).- Modificación en la estructura de la dieta.
Este es el segundo objetivo que se persigue tras la cirugía de la obesidad. Se trata de ayudar al paciente a modificar sus hábitos alimenticios ya que además de la composición de alimentos hay otros muchos factores que influyen y predisponen a la ganancia de peso. Desde la frecuencia y duración de las comidas, las porciones, los horarios de las comidas, el picar entre horas, el comer rápido sin a penas masticar etc… son muchos los factores que intervienen e influyen en un problema de sobrepeso u obesidad por eso no se trata sólo de lo que se come sino de cómo se come y ese es el otro objetivo que se persigue tras la intervención.
En definitiva, además de la intervención, el paciente debe saber que debe pasar por un proceso destinado a modificar sus hábitos alimenticios.
En Obesan, basamos las dietas preoperatorias y postoperatorias en la pirámide nutricional y en un reparto de proteínas, grasas e hidratos de carbono de un 30% en el caso de proteínas y grasas (grasa buena) y de un 40% de hidratos de carbono.
Una forma muy gráfica de entender este reparto es considerando que: Las proteínas diarias equivale a lo que cabe en una mano, hidratos a dos puñados, y grasas (buenas) a un pellizco mientras que grasa (mala) la cantidad diaria no debería ser superior al tamaño de la yema del dedo índice.